- (ESPOSO) ¿Me puedes arreglar la ropa para la cena con los amigos que tenemos hoy por favor?
- (ESPOSA) Si amor, yo lo hago.
- (Unas horas más tarde) ¿Por qué la camisa azul? ¿En qué estabas pensando? Y con el traje gris, si yo lo que quería era usar el azul marino
- Pero si tú no dijiste…
- Si claro, ahora es mi culpa
Y después de eso, una serie de intercambios que terminan en batalla e incluso, arruinan el estado de ánimo para asistir al compromiso que se tenía programado. La pareja del ejemplo (nadie conocido; si se sienten identificados o el diálogo les suena conocido, es mera coincidencia) decide no salir y finalmente se duermen en cuartos separados con la intención de enfriar los ánimos. Todo por un simple pedido “mal articulado”, “no negociado”, “ejecutado a medias” e “incorrectamente evaluado”…
El modelo de comunicación, como nos lo enseñan en la escuela, tiene una serie de componentes que la mayoría conocemos y somos capaces de citar de memoria: emisor, receptor, canal, mensaje, ruido y retroalimentación. ¿Sabían que este concepto proviene del mundo técnico y fue derivado de observar la interacción entre máquinas? Imaginen por un momento que el emisor es una computadora, que el canal es un cable de energía, que el mensaje es un impulso eléctrico y el receptor otra computadora. Ahí tienen su esquema básico de comunicación. Si lo queremos llevar al mundo de las personas, podemos empezar un ejercicio como el que nos ponían cuando niños de “encuentra las diferencias”; si sustituyo las computadoras por personas y el impulso eléctrico por palabras, tengo no sólo diferencias, sino un problema mayor. ¿Tenemos todos el mismo tipo de procesador? ¿Tenemos la misma memoria RAM? ¿Usamos el mismo sistema operativo? La respuesta a todas mis preguntas es en realidad simple… ¡NO! Y por lo tanto, ¿Cómo pretendemos entendernos con ese esquema técnico y hasta cierto punto simplista?
Si cada uno de nosotros tienen un procesador único (nuestro cerebro) nutrido por nuestra historia, cultura y todos los aprendizajes que hemos acumulado y si además, procesamos ideas con una velocidad distinta, ¿Cómo podremos descifrar información que pasa de una cabeza a otra? En el mundo de las computadoras hay códigos que, atrás de lo que vemos en las pantallas, están en secuencias de unos y ceros para que las máquinas puedan descifrar sin problemas las comunicaciones entre ellas, ¿Cómo podríamos manejar nosotros un mensaje que está compuesto por palabras, entonación, velocidad y modismos que cambian de significado de una región a otra, de una familia a otra y de una persona a otra? ¿Les ha pasado que al conversar con personas de otras zonas del país o incluso de otros países, usan palabras que no entendemos? Tengo unas tías que dicen: “El plebe esto, el plebe aquello…” Y yo no tenía idea de lo que era el plebe (se las dejo de tarea). Otros parientes que dicen: “Está curado primo” y tampoco entendía si “curado” era bueno o malo y menos entendía porque me decían primo si en realidad no lo éramos. Y le podría seguir con los ejemplos, pero ese no es el punto. El punto es que la comunicación entre personas demanda un modelo nuevo para su entendimiento con el fin de mejorar la comprensión de lo que nos dicen.
En los siguientes cuatro domingos voy a desarrollar mis ideas sobre una nueva interpretación del modelo de comunicación que me enseñaron hace aproximadamente doce años y que me ha sido sumamente útil. En cuatro domingos, porque el modelo consta precisamente de cuatro componentes: 1. la forma en la que pedimos las cosas, 2. las negociaciones que entablamos tras pedir u ofrecer algo, 3. la ejecución de lo que nos piden y 4. la evaluación o calificación que damos tras recibir lo que pedimos. Este modelo tiene además dos supuestos importantes como base: primero, la comunicación se da siempre entre dos personas con “nombre y apellido”, dos INDIVIDUOS; nunca con grupos, familias o empresas, pues esa indefinición propicia problemas de comunicación desde el origen. Segundo, la comunicación sirve para producir acción y es mediante esta última que podemos “tocar” si lo que intentamos comunicar tuvo efectivamente el resultado que nosotros deseábamos.
Regresando con el diálogo de la pareja que escribí al inicio, quiero dejarles unas preguntas para que lo analicen como previo a lo que les contaré a detalle en las siguientes publicaciones: ¿Qué pidió el esposo? ¿Con qué grado de detalle lo hizo? ¿Qué entendería la esposa? ¿Qué cosas aceptó hacer ella al dar una respuesta positiva? ¿Con base en qué está calificando el esposo el desempeño de la esposa? ¿Se justifica el malestar del esposo?
Como siempre, página en blanco para ustedes en la sección de comentarios.
Seguimos…
- (ESPOSA) Si amor, yo lo hago.
- (Unas horas más tarde) ¿Por qué la camisa azul? ¿En qué estabas pensando? Y con el traje gris, si yo lo que quería era usar el azul marino
- Pero si tú no dijiste…
- Si claro, ahora es mi culpa
Y después de eso, una serie de intercambios que terminan en batalla e incluso, arruinan el estado de ánimo para asistir al compromiso que se tenía programado. La pareja del ejemplo (nadie conocido; si se sienten identificados o el diálogo les suena conocido, es mera coincidencia) decide no salir y finalmente se duermen en cuartos separados con la intención de enfriar los ánimos. Todo por un simple pedido “mal articulado”, “no negociado”, “ejecutado a medias” e “incorrectamente evaluado”…
El modelo de comunicación, como nos lo enseñan en la escuela, tiene una serie de componentes que la mayoría conocemos y somos capaces de citar de memoria: emisor, receptor, canal, mensaje, ruido y retroalimentación. ¿Sabían que este concepto proviene del mundo técnico y fue derivado de observar la interacción entre máquinas? Imaginen por un momento que el emisor es una computadora, que el canal es un cable de energía, que el mensaje es un impulso eléctrico y el receptor otra computadora. Ahí tienen su esquema básico de comunicación. Si lo queremos llevar al mundo de las personas, podemos empezar un ejercicio como el que nos ponían cuando niños de “encuentra las diferencias”; si sustituyo las computadoras por personas y el impulso eléctrico por palabras, tengo no sólo diferencias, sino un problema mayor. ¿Tenemos todos el mismo tipo de procesador? ¿Tenemos la misma memoria RAM? ¿Usamos el mismo sistema operativo? La respuesta a todas mis preguntas es en realidad simple… ¡NO! Y por lo tanto, ¿Cómo pretendemos entendernos con ese esquema técnico y hasta cierto punto simplista?
Si cada uno de nosotros tienen un procesador único (nuestro cerebro) nutrido por nuestra historia, cultura y todos los aprendizajes que hemos acumulado y si además, procesamos ideas con una velocidad distinta, ¿Cómo podremos descifrar información que pasa de una cabeza a otra? En el mundo de las computadoras hay códigos que, atrás de lo que vemos en las pantallas, están en secuencias de unos y ceros para que las máquinas puedan descifrar sin problemas las comunicaciones entre ellas, ¿Cómo podríamos manejar nosotros un mensaje que está compuesto por palabras, entonación, velocidad y modismos que cambian de significado de una región a otra, de una familia a otra y de una persona a otra? ¿Les ha pasado que al conversar con personas de otras zonas del país o incluso de otros países, usan palabras que no entendemos? Tengo unas tías que dicen: “El plebe esto, el plebe aquello…” Y yo no tenía idea de lo que era el plebe (se las dejo de tarea). Otros parientes que dicen: “Está curado primo” y tampoco entendía si “curado” era bueno o malo y menos entendía porque me decían primo si en realidad no lo éramos. Y le podría seguir con los ejemplos, pero ese no es el punto. El punto es que la comunicación entre personas demanda un modelo nuevo para su entendimiento con el fin de mejorar la comprensión de lo que nos dicen.
En los siguientes cuatro domingos voy a desarrollar mis ideas sobre una nueva interpretación del modelo de comunicación que me enseñaron hace aproximadamente doce años y que me ha sido sumamente útil. En cuatro domingos, porque el modelo consta precisamente de cuatro componentes: 1. la forma en la que pedimos las cosas, 2. las negociaciones que entablamos tras pedir u ofrecer algo, 3. la ejecución de lo que nos piden y 4. la evaluación o calificación que damos tras recibir lo que pedimos. Este modelo tiene además dos supuestos importantes como base: primero, la comunicación se da siempre entre dos personas con “nombre y apellido”, dos INDIVIDUOS; nunca con grupos, familias o empresas, pues esa indefinición propicia problemas de comunicación desde el origen. Segundo, la comunicación sirve para producir acción y es mediante esta última que podemos “tocar” si lo que intentamos comunicar tuvo efectivamente el resultado que nosotros deseábamos.
Regresando con el diálogo de la pareja que escribí al inicio, quiero dejarles unas preguntas para que lo analicen como previo a lo que les contaré a detalle en las siguientes publicaciones: ¿Qué pidió el esposo? ¿Con qué grado de detalle lo hizo? ¿Qué entendería la esposa? ¿Qué cosas aceptó hacer ella al dar una respuesta positiva? ¿Con base en qué está calificando el esposo el desempeño de la esposa? ¿Se justifica el malestar del esposo?
Como siempre, página en blanco para ustedes en la sección de comentarios.
Seguimos…
1.- que le sacaran la ropa, no dijo cual
ResponderEliminar2.-con grado de detalle minimo, asumiendo que la esposa entendia el detalle
3.-la esposa entendio "sacame la ropa que mas te guste mi amor, si te lo estoy pidiendo a ti es por que tu decidiras bien"
4.-en base al resultado final y no a la accion que el esposo indico
5.- NO
si todos entenderieramos esas bases simplemente para contestar esas preguntas, pero la realidad es que no y mucho menos se aplican, asi que, si, hace mucha falta revisarlas y para quienes ya las conocemos, recordarlas; y mucha voluntad
ResponderEliminarayde
definitivamente la falta de comunicación entre las parejas llevan muchas difucultades en los matrionios.-
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