Después de unas breves vacaciones (1 semana) en las que no publiqué, estoy de regreso para seguir compartiendo algunas ideas con ustedes.
Hoy en especial quiero contarles que me gusta mucho tomar fotos en las bodas. Es una experiencia muy divertida, pero sobre todo, enriquecedora. He tenido la posibilidad de asistir al nacimiento de muchas familias, en ese día en el que aprendes tanto de la historia familiar y en el que también puedes prefigurar la dinámica que se desarrollará en la naciente unión.
La foto que hoy comparto es del fin de semana pasado y me gusta porque además de reflejar la felicidad de la pareja, me sirvió para comprobar una vez más que las mejores expresiones son las espontáneas. Cuando le pides a una persona que pose, termina muchas veces en una imagen rígida o incluso fría. Pero cuando los dejas actuar como ellos son en realidad, puedes captar momentos que reflejan en la imagen las emociones que se estaban experimentando.
Para mi, esta imagen simboliza también un reencuentro con la fotografía de eventos. Esa actividad que siempre me traslada al día en el que yo fui el protagonista de las fotos. ¡Me pasaron tantas cosas! Como a casi todas las parejas. Por ejemplo: me quedé sin "carro de los novios" por un contratiempo de último minuto. Ante eso, usé mi carro que era un Ford Escort de 1997... en el que no cabíamos la novia y yo con su tremendo vestido en el asiento trasero, por lo que yo manejé el auto. ¡Fui chofer y novio en ese día! Luego, quien debía tomar las fotos durante la fiesta no llegó y cuando los amigos cayeron en cuenta, salieron a buscar una tienda y sólo encontraron una farmacia abierta en la que tenían sólo un rollo... y mejor ni le sigo.
De regreso a estas dos actividades que me gustan tanto y en las que espero seguir contando con ustedes.
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