(con amor para Mis Princesas)
Una mañana se levantó temprano, contenta, como todos los días y no escuchó ruido alguno, como era habitual y por ello, no se adelantó a buscar a sus Padres. Se bañó, se vistió, peinó su largo y negro cabello y bajó de su cuarto por la escalera que en esos días se cubría de flores. Buscó a Naia, su Madre, y no la encontró en la cocina. Tampoco en la sala. Salió y la buscó en el granero... ¡Nada!
La situación empezaba a preocuparle. Regresó a su casa y en la entrada encontró a su Papá, sentado en el pórtico, con una expresión de tristeza evidente en el rostro y con una hoja que parecía una carta entre sus manos.
- Se la llevaron... no lo entiendo... nos piden algo muy extraño...
- "Tenemos a Naia. Queremos las Esmeraldas que tiene Ainara. Si no las entregan, no volverán a verla" leyó Ainara en la hoja que arrebató a su Padre.
La Pequeña no entendía a qué se referían en la nota. Ella no poseía nada. Su familia carecía de riquezas. No tenía nada para adornar su vestir, ¡menos esmeraldas!
- Voy a ir al bosque a buscarla. Tengo que encontrar el rastro. Si me doy prisa, es posible que los alcance - dijo su Padre.
- ¡Yo iré contigo! - gritó Ainara, pero su Padre le exigió que se quedara en la cabaña. No quería perderla también a ella.
- Debes quedarte y ayudarme a descifrar ¿A qué se refieren con las Esmeraldas que tu tienes?
Apenas terminó la pregunta y salió corriendo hacia el establo, montó en su caballo y en pocos minutos se perdió en el bosque. Ainara se quedó desolada.
En apenas unos minutos, la vida había cambiado drásticamente. Ahora Ainara sentía su vida como una nube en el otoño. Gris, lúgubre, sin forma, a punto de derramarse sobre la tierra en chorros interminables de melancolía. No imaginaba quién podría estarle causando ese dolor. No tenía idea tampoco a cuáles esmeraldas se referían.
Habían transcurrido menos de dos horas desde la partida de su Padre, cuando decidió algo poco habitual en ella: contradecir la orden que le habían dado y salir de la cabaña a buscar a su Madre. No era momento para cruzarse de brazos y menos en una situación en la que ella se sentía responsable. Al final, lo que querían eran sus Esmeraldas y, aunque aún no entendía el significado, saldría de su cabaña para darle cuanto tuviera a los raptores de su Madre. Decidió ir hacia el sur y buscaría el camino que conduce el arroyo; de esa manera, le sería más sencillo regresar si antes de que se fuera la luz del sol, no hubiera encontrado a Naia.
En pocos minutos, estaba muy cerca del arroyo, lo podía escuchar. A pesar del fuerte y hermoso sonido que el agua producía entre las piedras y hojas, pudo distinguir un ruido que no parecía ser producido por los arboles, las piedras o el agua; tampoco por animal alguno. Era... distinto. Era... raro. No lo podía identificar claramente, a pesar de que lo escuchaba cada vez más cerca.
Al aumentar la intensidad del ruido, empezó también a latir más fuerte su corazón. Sabía que estaba cerca de lo que sea que lo originara y el agua parecía concederle un poco de silencio para ayudarla a distinguir. De pronto, su sorpresa fue mayúscula. Lo que vio, la dejó inmóvil; sintió como el miedo corría por cada centímetro de su ser. No podía creer lo que tenía frente a si...
Como es miedo lo que sintio, lo que vio debe ser algo feo, tal vez, horripilante, pero puede ser un encantamiento y tal vez tenga la respuesta a las esmeraldas perdidas....que sera?
ResponderEliminarlos adultos pensamos en apego a la logica pero que dira un nino? hola hay ninos ahi?
Gilberto, que buena imaginación, desde el principio me puso a pensar que sigue...y me quede picado...espero la siguiente parte.
ResponderEliminarSaludos.
Me recordaste a mi papa que nos contaba de pequenos historias muy interesantes...pero nos dejaba a medias diciendonos... continuara a la misma hora, por el mismo canal...
ResponderEliminarSaludos
Los Cuervo