Este es un nuevo inicio. Una nueva oportunidad para empezar un ciclo, con otro tema ligado al Matrimonio. Son tantos los conceptos, las ideas, las teorías; es largo sin duda el camino; inacabable tal vez. Disfruto mientras lo recorro al leer, escribir y compartir. Me complace la travesía. Es parte de la fuerza interna que me lleva a querer renovar aprendizajes o traer a la memoria algo olvidado. Provocar para hacerme volver sobre mis pasos o recapacitar. Idealmente, para mover, excitar.
Este nuevo capítulo que hoy describiré, lo partiré en dos y lo desarrollaré completo en dos semanas. En la siguiente, quiero explorar el papel de los impulsos en el matrimonio, las reacciones que tenemos ante ellos y las consecuencias que generamos o enfrentamos. Dentro de dos semanas, quiero examinar las razones y formas de las discusiones, el papel de la madurez y la inteligencia en la conciliación y las ideas que pueden ayudar a evitar desavenencias.
Cuando tenemos una relación, sostenemos intercambios constantes en todos los tonos posibles. Es muy difícil atribuir una causa estructurada y lógica a cada una de nuestras conversaciones ¿Cuál es la razón o motivo que nos inclina a hacer algo? La respuesta no es sencilla por la cantidad de ideas sobre las que trabajamos cotidianamente. Es quizá más importante ocuparnos de los intercambios que nacen de los impulsos; esos que nacen de la sensibilidad y que nos inducen a hacer algo de manera súbita, sin reflexionar. Y es de mi interés porque justamente esto último detona problemas en la relación. Los impulsos nos hacen poner sobre la mesa ideas que no fueron pensadas antes de presentarlas y mucho menos, examinadas sus potenciales consecuencias.
Lo que espetamos a nuestra pareja producto de un impulso genera luego una emoción. Alteramos el ánimo de manera intensa. Las más de las veces, de forma pasajera; algunas de forma agradable, otras penosa, pero siempre acompañada de cierta conmoción con síntomas reales evidentes en nuestro cuerpo. Normalmente la emoción que se desata en nuestro cuerpo tras haber vivido un intercambio impulsivo es una reacción, que en su más pura acepción es resistencia u oposición a otra acción, en sentido contrario. No es simplemente la forma en que tu o tu cónyuge se comportan ante un determinado estímulo, es una actuación cargada con el deseo de rebatir, contradecir, probar límites y finalmente, ganar. Se adopta posición de rival y se busca la victoria, perdiendo de vista que estamos en una relación de pareja, no en un encuentro de rivales. Se trae a la mente como alternativa única el sometimiento, entendido como la subordinación del juicio y la decisión propia a los de la pareja, olvidando que pudiera haber un punto intermedio que sería quizá más efectivo y menos tóxico para la relación.
Hay herramientas vitales en las que nos deberían entrenar desde niños y a las que deberían, nuestros maestros y padres, quitarles cualquier connotación negativa. Discutir es la primera y más importante de ellas. Empezar por dejar de convertirlo equivocadamente en sinónimo de pelea sino en lo que en realidad es: la acción de examinar atenta y particularmente un tema. La acción inteligente de inquirir, investigar, escudriñar con diligencia y cuidado sobre lo que nos ocupa. El intercambio que nos permita dar a conocer la causa o motivo de algo y sobre todo, que mediante una escucha inteligente, nos de la oportunidad de entender y aprender, antes que pelear y destruir sin remedio.
Nos hace falta la herramienta (o capacidad) de satisfacer a nuestra pareja con las respuestas que brindamos. De nuevo, satisfacer en su concepto puro: aquietar y sosegar las pasiones del ánimo. Nos hace falta trabajar para desarrollar la capacidad de conciliar, de reconstruir, de ajustar los ánimos opuestos entre sí y que en la relación conyugal, menos que en ninguna otra, pueden permanecer desequilibrados por el riesgo que para el amor implicaría.
Este nuevo capítulo que hoy describiré, lo partiré en dos y lo desarrollaré completo en dos semanas. En la siguiente, quiero explorar el papel de los impulsos en el matrimonio, las reacciones que tenemos ante ellos y las consecuencias que generamos o enfrentamos. Dentro de dos semanas, quiero examinar las razones y formas de las discusiones, el papel de la madurez y la inteligencia en la conciliación y las ideas que pueden ayudar a evitar desavenencias.
Cuando tenemos una relación, sostenemos intercambios constantes en todos los tonos posibles. Es muy difícil atribuir una causa estructurada y lógica a cada una de nuestras conversaciones ¿Cuál es la razón o motivo que nos inclina a hacer algo? La respuesta no es sencilla por la cantidad de ideas sobre las que trabajamos cotidianamente. Es quizá más importante ocuparnos de los intercambios que nacen de los impulsos; esos que nacen de la sensibilidad y que nos inducen a hacer algo de manera súbita, sin reflexionar. Y es de mi interés porque justamente esto último detona problemas en la relación. Los impulsos nos hacen poner sobre la mesa ideas que no fueron pensadas antes de presentarlas y mucho menos, examinadas sus potenciales consecuencias.
Lo que espetamos a nuestra pareja producto de un impulso genera luego una emoción. Alteramos el ánimo de manera intensa. Las más de las veces, de forma pasajera; algunas de forma agradable, otras penosa, pero siempre acompañada de cierta conmoción con síntomas reales evidentes en nuestro cuerpo. Normalmente la emoción que se desata en nuestro cuerpo tras haber vivido un intercambio impulsivo es una reacción, que en su más pura acepción es resistencia u oposición a otra acción, en sentido contrario. No es simplemente la forma en que tu o tu cónyuge se comportan ante un determinado estímulo, es una actuación cargada con el deseo de rebatir, contradecir, probar límites y finalmente, ganar. Se adopta posición de rival y se busca la victoria, perdiendo de vista que estamos en una relación de pareja, no en un encuentro de rivales. Se trae a la mente como alternativa única el sometimiento, entendido como la subordinación del juicio y la decisión propia a los de la pareja, olvidando que pudiera haber un punto intermedio que sería quizá más efectivo y menos tóxico para la relación.
Hay herramientas vitales en las que nos deberían entrenar desde niños y a las que deberían, nuestros maestros y padres, quitarles cualquier connotación negativa. Discutir es la primera y más importante de ellas. Empezar por dejar de convertirlo equivocadamente en sinónimo de pelea sino en lo que en realidad es: la acción de examinar atenta y particularmente un tema. La acción inteligente de inquirir, investigar, escudriñar con diligencia y cuidado sobre lo que nos ocupa. El intercambio que nos permita dar a conocer la causa o motivo de algo y sobre todo, que mediante una escucha inteligente, nos de la oportunidad de entender y aprender, antes que pelear y destruir sin remedio.
Nos hace falta la herramienta (o capacidad) de satisfacer a nuestra pareja con las respuestas que brindamos. De nuevo, satisfacer en su concepto puro: aquietar y sosegar las pasiones del ánimo. Nos hace falta trabajar para desarrollar la capacidad de conciliar, de reconstruir, de ajustar los ánimos opuestos entre sí y que en la relación conyugal, menos que en ninguna otra, pueden permanecer desequilibrados por el riesgo que para el amor implicaría.
¿Cómo manejar los impulsos? ¿Cómo discutir en el matrimonio? ¿Cómo satisfacer a la pareja con nuestras respuestas? Con madurez y sensatez. Madurez entendida principalmente como buen juicio o prudencia; sensatez como la capacidad y el ánimo de actuar con serenidad e inteligencia; con tranquilidad y calma a la vez que ejercitamos al máximo nuestra capacidad de comprensión y resolución de conflictos. Ya profundizaré las siguientes dos semanas sobre estas ideas y escribiré aquí sobre maneras prácticas de enfrentar y manejar con éxito las diferencias de ideas en el matrimonio.
Los espero como siempre en este espacio para seguir compartiendo ideas. Gracias por sus comentarios y correos. Es un gusto poder intercambiar conceptos relacionados con estos temas que me apasionan.
Los espero como siempre en este espacio para seguir compartiendo ideas. Gracias por sus comentarios y correos. Es un gusto poder intercambiar conceptos relacionados con estos temas que me apasionan.
¡Seguimos!
Pensamientos muy profundos de lo cotidiano, dejame digerirlo.
ResponderEliminarSaludos
Se tiene la idea equivocada desde el principio, de que en el amor perfecto "TODO ES MIEL SOBRE HOJUELAS" Y por esta falsa interpretacion, tu o tu pareja, le saca la vuelta a "discutir" PENSANDO QUE ESO ES YA UN PROBLEMA. Comparto totalmente contigo, dicutir ideas debe ser una habilidad de vida. Bravo por el tema.
ResponderEliminaraydee