“Los padres podrán dejar de vivir juntos, pero siguen siendo padres para siempre” – Dr. Eduardo J. Cárdenas
El divorcio es, en la mayoría de los casos, la culminación de un proceso doloroso mediante el cual se destruye lentamente una relación conyugal. Durante el tiempo que este dura, los protagonistas de la historia enfrentan situaciones que son retadoras en el plano emocional. Los involucrados debe tener una fuerza interna que le permita sobreponerse a todos los episodios negativos que inevitablemente componen la ruptura. Cuando los protagonistas de la historia son no sólo dos, sino también los hijos, las complicaciones formarán una lista más larga que debe ser considerada por quienes tomaron la decisión.
Los adultos dejarán su vida conyugal a un lado, pasaran por un proceso de duelo y finalmente retomarán su camino y la mayoría construirá una nueva relación amorosa. Esa transición no es igual en el plano familiar. Como lo dice la cita con la que inicié, el vínculo con los hijos es perenne y por ello debe ser motivo de especial cuidado y atención en el proceso de divorcio y en los años subsecuentes.
En esta tercera entrega en el tema que me propuse sobre el divorcio, compartiré algunos problemas que comúnmente enfrentan las parejas que deciden terminar formalmente su matrimonio y para cada uno, ideas y sugerencias sobre el manejo de los mismos, concentrándome en dos áreas: los derechos básicos y el relevante tema de la educación.
Primero, cuidar los derechos de los niños.
Al leerla con frialdad suena elemental: todos los niños, todas las personas, tienen derechos. Parece obvio decir que no podemos perder de vista las necesidades básicas como la alimentación, casa, salud, educación y vestido, pero esto, al calor de una batalla durante una separación, empieza a dejar de ser claro y propicia incluso que los padres usen a los hijos como un arma en su batalla al tiempo que menoscaban algunos de sus derechos. Los hijos de un matrimonio que se divorcia deben tener claro en dónde van a vivir; en la medida de lo posible, con el menor número de cambios de hogar. El padre y la madre deben cumplir con sus obligaciones económicas y asegurar la alimentación y la salud de los hijos. Este tema es siempre el más difícil durante un divorcio porque el cónyuge que pierde el control sobre el gasto del hogar, asume comúnmente que no se hará buen uso de su aportación y empieza a restringir el flujo del efectivo. Esto, más que afectar a la expareja o servir como medio de control, termina por dañar a los hijos, quienes ven disminuida su calidad material de vida.
Segundo, cuidar la educación de los niños.
En el tema de la educación de los hijos, no solamente se viven los problemas económicos relativos al pago de las colegiaturas y útiles escolares, sino uno problema más complejo y difícil de resolver: las decisiones conjuntas sobre cómo educar se vuelven casi imposibles de tomar por la separación.
Los padres deberían ofrecer una educación con base en una convivencia civilizada e integradora. Esto es un reto cuando el divorcio no se da en los mejores términos. Un componente clave de cualquier proceso formativo es el ejemplo. Si los padres que se divorcian buscan inculcar preceptos éticos y morales pero están inmersos en una batalla por la cual degradan e insultan a la expareja, a la familia política y amigos; si critican el trabajo del excónyuge o su desempeño en el mismo; si no tienen la capacidad de manejar sus conflictos en privado, difícilmente podrán educar en la virtud por la incongruencia entre lo predicado y lo realizado. Otro tema relativo a la educación de los hijos es que debe haber un acuerdo en los temas elementales de disciplina y reglas de comportamiento. La disciplina y reglas claras y firmes deben mantenerse pues la separación no es un pretexto para hacer concesiones en ese campo y lo más importante, debe darse una negociación para que los hijos vivan siempre las mismas reglas con ambos.
Los padres después del divorcio empezarán una etapa de reconstrucción. Esta implicará en la mayoría de los casos el encontrar una nueva pareja e iniciar una relación que introducirá nuevos retos a la vida familiar, en especial en la convivencia con los hijos. ¿Cuándo empezar una nueva relación? ¿Cómo presentarlo ante los hijos? ¿Qué impacto tendrá la nueva relación en la formación? La respuesta a estas preguntas y algunas ideas más serán parte de la cuarta y última parte de este bloque sobre el divorcio.
Seguimos…
El divorcio es, en la mayoría de los casos, la culminación de un proceso doloroso mediante el cual se destruye lentamente una relación conyugal. Durante el tiempo que este dura, los protagonistas de la historia enfrentan situaciones que son retadoras en el plano emocional. Los involucrados debe tener una fuerza interna que le permita sobreponerse a todos los episodios negativos que inevitablemente componen la ruptura. Cuando los protagonistas de la historia son no sólo dos, sino también los hijos, las complicaciones formarán una lista más larga que debe ser considerada por quienes tomaron la decisión.
Los adultos dejarán su vida conyugal a un lado, pasaran por un proceso de duelo y finalmente retomarán su camino y la mayoría construirá una nueva relación amorosa. Esa transición no es igual en el plano familiar. Como lo dice la cita con la que inicié, el vínculo con los hijos es perenne y por ello debe ser motivo de especial cuidado y atención en el proceso de divorcio y en los años subsecuentes.
En esta tercera entrega en el tema que me propuse sobre el divorcio, compartiré algunos problemas que comúnmente enfrentan las parejas que deciden terminar formalmente su matrimonio y para cada uno, ideas y sugerencias sobre el manejo de los mismos, concentrándome en dos áreas: los derechos básicos y el relevante tema de la educación.
Primero, cuidar los derechos de los niños.
Al leerla con frialdad suena elemental: todos los niños, todas las personas, tienen derechos. Parece obvio decir que no podemos perder de vista las necesidades básicas como la alimentación, casa, salud, educación y vestido, pero esto, al calor de una batalla durante una separación, empieza a dejar de ser claro y propicia incluso que los padres usen a los hijos como un arma en su batalla al tiempo que menoscaban algunos de sus derechos. Los hijos de un matrimonio que se divorcia deben tener claro en dónde van a vivir; en la medida de lo posible, con el menor número de cambios de hogar. El padre y la madre deben cumplir con sus obligaciones económicas y asegurar la alimentación y la salud de los hijos. Este tema es siempre el más difícil durante un divorcio porque el cónyuge que pierde el control sobre el gasto del hogar, asume comúnmente que no se hará buen uso de su aportación y empieza a restringir el flujo del efectivo. Esto, más que afectar a la expareja o servir como medio de control, termina por dañar a los hijos, quienes ven disminuida su calidad material de vida.
Segundo, cuidar la educación de los niños.
En el tema de la educación de los hijos, no solamente se viven los problemas económicos relativos al pago de las colegiaturas y útiles escolares, sino uno problema más complejo y difícil de resolver: las decisiones conjuntas sobre cómo educar se vuelven casi imposibles de tomar por la separación.
Los padres deberían ofrecer una educación con base en una convivencia civilizada e integradora. Esto es un reto cuando el divorcio no se da en los mejores términos. Un componente clave de cualquier proceso formativo es el ejemplo. Si los padres que se divorcian buscan inculcar preceptos éticos y morales pero están inmersos en una batalla por la cual degradan e insultan a la expareja, a la familia política y amigos; si critican el trabajo del excónyuge o su desempeño en el mismo; si no tienen la capacidad de manejar sus conflictos en privado, difícilmente podrán educar en la virtud por la incongruencia entre lo predicado y lo realizado. Otro tema relativo a la educación de los hijos es que debe haber un acuerdo en los temas elementales de disciplina y reglas de comportamiento. La disciplina y reglas claras y firmes deben mantenerse pues la separación no es un pretexto para hacer concesiones en ese campo y lo más importante, debe darse una negociación para que los hijos vivan siempre las mismas reglas con ambos.
Los padres después del divorcio empezarán una etapa de reconstrucción. Esta implicará en la mayoría de los casos el encontrar una nueva pareja e iniciar una relación que introducirá nuevos retos a la vida familiar, en especial en la convivencia con los hijos. ¿Cuándo empezar una nueva relación? ¿Cómo presentarlo ante los hijos? ¿Qué impacto tendrá la nueva relación en la formación? La respuesta a estas preguntas y algunas ideas más serán parte de la cuarta y última parte de este bloque sobre el divorcio.
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