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El Dinero sí Importa


Los consejos previos al matrimonio, los libros y pláticas de preparación y el poco material disponible para los casados, se centran mayormente en conceptos sentimentales, morales o espirituales, por considerarlos origen de los problemas de pareja y base de los métodos para la resolución de los mismos. Por ello, pocas veces hacemos una conexión entre los aspectos materiales y prácticos de la vida con los problemas en el matrimonio y menos los vemos como fuente de solución. Es algo que incluso, para algunos grupos, se considera moralmente equivocado. Se nos ha enseñado a despreciar las herramientas materiales en el amor o al menos, a esconder nuestra verdadera posición con respecto a ellas, porque corremos el riesgo de ser considerados fríos, interesados o egoístas. Hoy quiero compartirles mis ideas respecto a ciertas facetas prácticas de la relación de pareja que, si las atendemos, he vivido que pueden mejorar la convivencia en el matrimonio.

Primero, el dinero sí importa.

Por mi formación como economista, pienso en el dinero como un bien tangible. Es un bien como cualquier otro; ni más, ni menos. Es un objeto que nos sirve para facilitar intercambios; por lo tanto, es un medio no un fin. Si vivimos en sociedad, dependemos de los intercambios para sobrevivir, por ello, el dinero es necesario e importante para nuestro bienestar. También, como cualquier otro bien, representa un riesgo potencial para la sociedad si lo acaparamos, especulamos o hacemos un mal uso del mismo. No es contra el dinero por si mismo que los preceptos morales se erigen, sino contra la avaricia, el egoísmo y la falta de caridad que manifestamos a través de cualquier bien. En el contexto del matrimonio, el dinero es una herramienta que nos permite conseguir un nivel de bienestar y tranquilidad ante las necesidades que experimentamos. Por ello es importante; nos permite conseguir un grupo de cosas que usamos en nuestro diario vivir. El grupo de cosas que necesitamos no es el mismo para todos; no hay una definición estricta respecto a lo que necesario significa, pues está en función de nuestra historia familiar y nuestra cultura, por lo que debemos preguntarnos ¿Cuál es nuestro nivel de bienestar?

Segundo, lo necesito acorde con mi definición de bienestar.

Todas las personas experimentamos una necesidad por la tranquilidad y el bienestar; es inherente a nuestra condición humana, pero ¿cómo podemos definir bienestar? Según expertos en materia de desarrollo (como Amartya Sen en documentos para la ONU) bienestar es “Incrementar las posibilidades de elección de las personas, para desarrollar su potencial y llevar una vida productiva y creativa, de acuerdo a sus necesidades e intereses”. Más ingreso no asegura un mayor bienestar; el uso del ingreso es más importante que su acumulación. No hablo entonces de perseguir la riqueza, sino de entender qué es lo que a mi, diferente al resto del mundo, me hace desarrollar todo mi potencial como persona y más importante aún, ¿Qué es lo que hace tener una vida productiva y creativa a mi pareja? Podemos ayudarnos mediante el uso de parámetros adicionales para darle forma a la palabra bienestar: Vida larga y saludable, educación y nivel de vida digno. Usando los conceptos en el matrimonio, pienso que no se trata de acumular riqueza o bienes materiales, se trata de conseguir las herramientas necesarias para vivir la vida que queremos de acuerdo a nuestra formación y aspiraciones; se trata de alcanzar lo que para cada uno de nosotros es nuestro potencial. Se trata de identificar claramente lo que para mi pareja es el nivel deseado y con el que puede alcanzar su máxima capacidad como persona. Una nota: el noviazgo es el momento clave en el cual nosotros debimos analizar la historia, cultura y hábitos de nuestra pareja para prever razonablemente si con nuestra educación, herencia y deseos, seríamos capaces de suplir sus necesidades, poniendo especial atención a que necesitamos diferentes satisfactores en función de la biología (nuestro sexo) del rol que nos toca jugar y la etapa de vida en la que estamos.

Tercero, mi necesidad varía en función de mi etapa de vida.

Al margen de la preparación educativa y profesional, hay aspectos inherentes a nuestra biología a los que no nos podemos sustraer y que moldean o nos obligan a modificar los planes de vida. Concretamente, sólo las mujeres tienen la maravillosa capacidad de albergar la vida en su vientre durante los primeros meses de la existencia. No importa nuestra religión, cultura o posición social. No importa “lo civilizados” que somos; la maternidad y crianza es una etapa que obliga por cuestiones biológicas a una mujer a jugar un papel de manera exclusiva durante un período determinado. Desde mi perspectiva, consciente, o las más de las veces, inconscientemente, las mujeres desean sentirse respaldadas y relevadas de cualquier otra ocupación formal durante el período del embarazo y la crianza. Es un tiempo sumamente demandante y además, fundamental en la formación del nuevo ser y por ello, si la mujer ha sido bendecida con esa capacidad especial, tenemos que ser realistas y asumir que ella quisiera poder ejecutar su papel concentrando toda su energía, inteligencia y amor en esa tarea que, subrayo, no se limita a nueve meses. Tenemos por lo tanto que hacer una nueva evaluación respecto a qué significa su nivel de bienestar en esa etapa y proveerlo. Si la pareja no tiene la capacidad de hacer esta evaluación y no provee lo suficiente para darle total control a la mujer en ese momento en su vida, la posibilidad de generarle angustia y ansiedad es alta y por lo tanto, se gestarán problemas. Si por las condiciones de modernidad, por supuestos deseos de igualdad, o por un desajuste entre nuestros ingresos y gastos, cortamos la etapa de la maternidad y hacemos que la mujer trabaje fuera del hogar, estaremos también generando una fuente de conflictos. En función de la personalidad de la mujer, algunas veces los conflictos serán inmediatos; en otras, se acumularán como un resentimiento que no aflora fácilmente o que no es fácil de explicar, pero que subyace en conductas en las que gastamos tiempo y energía tratando de resolver y que dañan severamente el amor de la pareja.

Como en toda regla hay excepciones; no puedo dejar de reconocerlo, pero para esos casos en los que no se desea tener hijos, creo que en el fondo la explicación viene de una idea muy clara que puso sobre la mesa Su Santidad Benedicto XVI en la Revista Avvenire, en el 2000: “En el temor a la maternidad que ha tomado poder de una gran parte de nuestros contemporáneos, hay en juego algo que es aún más profundo: a fin de cuentas, el “otro” siempre es un antagonista que nos priva de parte de la vida, una amenaza para nuestro “yo” y nuestro libre desarrollo”. Salvo esos casos en los que no queremos dejar de ser sólo yo y evitamos convertirnos en nosotros, se requiere de un apoyo de gran magnitud, una complicidad que, ayudada por bienes materiales (entre ellos el dinero), permita el sano desarrollo de la familia. La etapa de gestación y crianza, como todas en la vida, no es para siempre. Es fundamental atenderla mientras dure.

Cuarto, necesito repensar constantemente la utilidad del dinero.

Es vital ser maleable para enfrentar los cambios de la edad y etapa de vida familiar que nos toca experimentar. Cuando la gestación y crianza termina, las necesidades serán modificadas. Tanto las demandas económicas serán otras, como las necesidades de desarrollo de el hombre y la mujer. Por ello, tenemos que ser capaces de entender que si bien durante algunos años fue mejor para la mujer ser madre de tiempo completo y para la pareja proveer, vendrán etapas en las que la mujer se reintegrará a actividades que desempeñaba antes, iniciará empresas nuevas o profundizará en estudios. Asimismo el hombre, querrá tener más tiempo para perseguir otros intereses y para apoyar a sus hijos en la etapa complicada de la adolescencia y juventud. La vida cambiará, con los cambios se modificarán las necesidades y de nuevo será necesario construir una historia en torno a las necesidades económicas y la manera de satisfacerlas para experimentar el máximo potencial como personas, siempre conscientes, sin sobredimensionar, que el dinero sí importa.

¿Y ustedes qué opinan?

Comentarios

  1. Me encanto!! la pregunta es que pasa cuando no tienes otra opcion como mujer, que seguir aportando economicamente, como lograr superar los conflictos...

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  2. Todo un ejercicio, me encanto y creo que avance bastante a medida que leia hice mi propio ejercicio, defini bienestar y por tanto el uso que debo darle a mi ingreso, eso ahorrara muchos momentos de tronar dedos.
    Como siempre es un gusto y mucho aprendizaje leerte

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  3. Gracias por sus comentarios. Las dos ideas que plantean se enlazan (desde mi perspectiva): la definición de bienestar es relevante para entender lo que necesito hacer como actividad productiva y también se puede ajustar en función de los límites reales. Sí hay opción: ajustar las espectativas y de esa manera redefinir bienestar en función de los roles que deseamos jugar.

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  4. ya tenia tiempo de no visitar el blog pero realmente me parecio interesante este tema ya que creo que las mujeres profesionistas buscamos un hombre que nos de seguridad y solvencia economica para nuestro bienestar, pero pues a los ojos de otras personas esto es malo ya que te califican como, interesada y claro que estoy interesada en mi bienestar ,en el de mi pareja y mi familia. Pero pues bueno cada quien su manera de pensar.

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