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¡Sorpresa!


Dicen que la sorpresa es breve. Que dura unos pocos segundos; tantos, como los que tardamos en intelectualizar el evento inesperado. Lo que le sigue puede ser placentero, desilusionante o incluso terrorífico. Yo gozo las sorpresas. Hoy sigo gozando una sorpresa.

Estos días de asueto me dieron la oportunidad de recibir una visita inesperada que me alegró mucho. Mi madre vino a la casa. Para incrementar el impacto, llegó cuando estábamos de paseo y por ello se vino de la terminal en un taxi, sin llamarme. La vi justo al abrir la puerta de entrada cuando regresé de andar en bicicleta.
Por todo lo que está viviendo en las carreteras de Nuevo León y Tamaulipas, la he ido a visitar menos este año que cualquier otro. Tenía ya semanas sin verla y eso me hizo gozar más con el regalo de su presencia.

Esas visitas inesperadas, para mi, expresan amor como pocas cosas. Ese decir más que con palabras, con tu presencia y especialmente con tu abrazo que extrañas a alguien, que deseas verlo y que no esperaste más y emprendiste un viaje para cerrar la brecha, es sin duda una gran muestra de amor. Me hace sentir especialmente amado el que mi madre deje su rutina en nuestra tierra para venir y compartir las nuestras.


A lo largo de mi vida me ha sorprendido en momentos clave y atesoro con cariño los recuerdos de sus visitas. Pero esta visita significa aún más para mi. Mucho más. Hoy soy padre y tengo una familia a la que amo. No es sencillo describir con palabras lo que representan mis hijos, simplemente puedo decir que lo son todo para mi. Quien les demuestre cariño, los proteja o eduque, tiene ganado mucho de mi estima. Esta visita fue por ello un regalo doble; pude volver a tocar el amor que mi madre siente por mis hijos.

Llegó como las abuelitas, con regalos para sus nietos. Pero no cualquier regalo; estos eran hechos con sus manos. Tiempo y pensamientos para sus nietos que se materializan en un juguete. Nada más valioso en estos días de consumismo desbocado que nos toca vivir. Pláticas, enseñanzas, muchos besos y abrazos trajo consigo. Pero además, disposición para disfrutar lo que a sus nietos y a mi nos gusta.

Durante su estancia me acompañó al estadio a ver un partido de fútbol junto con mi hijo. Siguió todo el ritual y se divirtió con las ocurrencias de los aficionados en las tribunas. Festejó los goles y nos abrazó sonriente cuando nos vio alegrarnos. Hubo un momento que evidenció lo que hay dentro de ella y su forma de regalarnos amor. Mi hijo le preguntó: "¿A qué equipo le vas abuelita?" y ella contestó: "¡A los Rayados!" (como nosotros) "pero cuando estoy con tu abuelito le voy a los Pumas y en casa de tu tío Dany, le voy al América...". El partido, el equipo o la camiseta son lo menos importante. Lo que vale es su disposición para entregarnos su tiempo y su capacidad para adaptarse a lo que vivimos y gozar con nosotros.

Son muchas y muy simples anécdotas en los últimos tres días. Todas significativas porque como siempre, sirven para hacerme sentir el apoyo de mi madre. Siempre me ha dado su amor a manos llenas. Hoy también a mis hijos, tanto como a mi.

Gracias Dios por su amor en las sorpresas que me regala.

Gracias siempre, Mamá.

Comentarios

  1. Gil que hermoso!!!! no hay como el amor de una madre...

    saludos a Nery

    Berenice Lee

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