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Comunicación en el Matrimonio (3° de 4): Hacer lo que nos piden.

Esta es la tercera publicación en mi secuencia sobre un modelo de comunicación propuesto como alternativa al entendimiento tradicional (emisor-mensaje-canal-receptor) que considero bueno para explicar dos computadoras enviando y recibiendo correos electrónicos, pero no para el intercambio entre dos personas y en especial para dos casados.

Describí antes la importancia de pedir las cosas siendo cuidadoso en detallar las condiciones que nos darán satisfacción; hablé ya de la negociación que cada condición implícita en el pedido demanda, para aumentar las posibilidades de éxito. Hoy, toca desarrollar el tercer paso del modelo que es la ejecución de lo que nos piden. No debemos perder de vista que el centro del modelo es el entendimiento de que la comunicación sólo es efectiva cuando produce la acción que deseamos. Por ello, es en la ejecución que se tornará tangible el éxito o fracaso de nuestro esfuerzo.

Hacer lo que nos piden, una vez que hemos negociado las condiciones que nos harán sentir satisfechos, podría describirse como algo sencillo: entregar un objeto, asistir a una reunión, realizar un trabajo doméstico; pero la propuesta para convertir este modelo en una herramienta efectiva implica que debemos dedicarle un poco más de tiempo al análisis de lo que significa prometer que haremos algo y la relación que nuestras promesas tienen con la confianza que generamos en los demás.

Para hacer lo que nos piden tenemos que interactuar con otras personas, realizar pedidos adicionales al original, ejecutar acciones y al final, declarar que hemos hecho lo que nos fue solicitado. Si mi esposa me dice: “pasa por los niños al colegio a las 2pm” tengo que pensar en que mi jefe puede incidir en mi capacidad de ejecutar, el estado de mi vehículo, el tráfico vehicular y la distancia (al menos). Concretamente, si le digo sí a mi esposa, pero dependo de un permiso para salir de la oficina otorgado por mi jefe quien no es partidario de ese tipo de acciones, corro el riesgo de no poder cumplir. Si no puedo salir con suficiente anticipación de la oficina y mi carro no trae gasolina, el tiempo que pierda al cargar podrá afectar mi capacidad de cumplir en tiempo mi promesa. Si usualmente no voy por los niños y por lo tanto no estoy familiarizado con la ruta, puede ser que pase por cuatro zonas escolares en el camino que me harán muy lento el tránsito y que por lo tanto me impedirán cumplir. Esta serie de ejemplos la uso para ilustrar lo que hay atrás de ejecutar. No es sólo ir por los niños; son todas las interacciones que deberé realizar para ir por los niños.

Como lo dice el documento “Promesas, Confianza e Identidad Pública” (Business Design Associates, Inc. 1993): “Ya sea en respuesta a una petición o a un ofrecimiento, hacemos promesas para completar acciones en el futuro. Para hacer una promesa no se requiere la palabra promesa verbalizada en forma explícita y esto es igualmente escuchado como una promesa por las otras personas, -gestos, asentimiento con la cabeza -. Prometer es un fenómeno social. Las promesas son compromisos en las conversaciones en las cuales emprendemos acciones y nos coordinamos con otros. No podemos evitar las promesas; son la base sobre la cual construimos y tejemos en conversaciones nuestras vidas. Cuando hacemos una promesa, le estamos diciendo a otra persona que somos capaces de cumplir las condiciones. Si nuestra situación cambia, y no podemos cumplir nuestra promesa, necesitamos hacernos cargo del impacto negativo en la otra persona y hacerle saber que ya no podemos cumplir las condiciones y cancelar nuestra promesa. Las promesas no están fijas, sino que viven en el lenguaje de acuerdos entre dos personas. La mayor parte de la gente hoy día no lo reconoce así, y no toma el lenguaje y las promesas con seriedad.

Cuando tomamos seriamente nuestras promesas, aceptamos que cambiar una promesa no estará ausente de consecuencias. Cuando hacemos una promesa, el mundo del solicitante y del prometedor cambian. El futuro de la persona que acepta la promesa incluye ahora la expectativa de que esas condiciones serán cumplidas. Organizamos nuestras vidas alrededor de promesas que hacemos a otros y que ellos nos hacen a nosotros. No estamos diciendo que las promesas no pueden cancelarse o anularse y que se puede ofrecer disculpas; sin embargo, frecuentemente no reconocemos que, así como nuestras posibilidades en la vida dependen del cumplimiento de las promesas que otros nos hacen, también las acciones de otros dependen de nuestras promesas.

Los seres humanos no podemos cumplir todas las promesas que hacemos. Como no podemos anticipar el futuro, la estructura de nuestros compromisos puede cambiar y, para ser consistente con nuestros intereses básicos en la vida, podemos requerir modificar nuestras prioridades y hacernos cargo de quiebres que no anticipamos cuando hicimos la promesa. Podemos entonces necesitar anular la promesa. Cuando rompemos una promesa, necesitamos considerar las consecuencias, porque afectamos nuestra confiabilidad. Al mismo tiempo, debemos observar que el costo de no romper una promesa puede ser aún más alto.

Podemos efectuar algunas acciones para disminuir el costo de romper una promesa y podremos necesitar proveer fundamentos que apoyen nuestra reevaluación de prioridades, pero al final, lo más importante es que debemos aceptar que cada vez que rompemos una promesa, pagamos un costo en términos de identidad pública.”

Cuando hacemos lo que nos piden de manera efectiva, consistente y repetida en el tiempo, nos ganamos la confianza de las personas con quienes interactuamos. En el caso concreto del matrimonio, alimentamos el amor maduro de nuestra pareja hacia nuestra persona. Es importante asimilar que, en congruencia con todo lo descrito líneas arriba, la confianza no es un sentimiento espontáneo, ambiguo o arbitrario. La confianza es una opinión que hacen de nosotros los demás, en función de la sinceridad, competencia y responsabilidad con que enfrentamos las promesas.

Sinceridad entendida como congruencia entre lo que decimos públicamente y nuestros deseos e intereses internos; competencia entendida como la capacidad material de hacer lo que prometemos; responsabilidad entendida como la capacidad de hacernos cargo en tiempo y forma de nuestras promesas o de sustituirlas minimizando las consecuencias negativas que nuestro cambio produce.

Si cuando hacemos lo que nos piden somos capaces de verbalizar y ejecutar promesas que satisfagan plenamente las necesidades de nuestra pareja con características que muy pocos o mejor aún, nadie puede proveer y si nuestra pareja considera que estamos siendo sinceros, competentes y responsables al darle lo que nos pide, estoy seguro que estaremos en el camino de una relación de amor que nos dará satisfacción cotidianamente y que nos permitirá una vida como la mayoría deseamos: felíz.

¿Les parece factible hacer lo que nos piden con la mente puesta en construir confianza para acrecentar el amor? Espero como siempre sus comentarios.

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