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La Barca


Despidiendo a la multitud, le llevaron con ellos en la barca... (Mc 4:36)
Aprendí a tocar la guitarra a los 7 años y pronto, sentí el deseo de tocar en tantas ocasiones como me fuera posible. Me gustaba encerrarme en mi recámara y poner casetes para "sacar canciones" (oír la melodía, descubrir las notas, escribirlas y poder luego tocar la canción con mi guitarra), pero me gustaba más pasar la tarde con mis amigos de la rondalla infantil y tocar juntos las canciones que el maestro nos enseñaba.
En esa etapa de mi vida y por esa afición, me hice amigo (con el tiempo casi hermano) de otro que disfrutaba tanto como yo de pasar las horas con su guitarra: Guillermo.

A los 11 años sentí que el tiempo que le dedicaba a tocar no me llenaba. A tres cuadras de la casa de mis padres, estaba la iglesia de Nuestra Señora de San Juan y tuve una idea: seguro ahí podría tocar los fines de semana, además de los ensayos de martes y jueves de la primaria.
No me equivoqué. Llegué con mi guitarra directo a la cafetería de la parroquia y había ahí niños y niñas que recién salían de la misa de 12. Les pregunté y me confirmaron que formaban parte del coro de niños; ensayaban los sábados por la tarde y cantaban en misa los domingos al medio día. Invité a Guillermo y no dudó en unirse. Ese día empezó un camino que no tenía idea a dónde me llevaría.
Conocí personas que son mis amigos al día de hoy. Amigos para la vida. Carolina, Anilú, Claudia, Verónica. Viajé y me divertí con esos grupos corales. Dejé mi niñez y empecé mi adolescencia a su lado.

Al empezar mi carrera profesional empecé también a componer canciones. Conocí amigos con los que en mi nueva escuela hice un grupo musical que se volvió una amistad que ya cuenta 20 años: Grito Al Aire. Luiser y Leonardo me hicieron el regalo de su amistad y desde entonces, hemos vivido siempre cerca en proyectos, amistad y música. Grabamos nuestras canciones, vendimos algunas copias y nos fuimos de misioneros musicales. Dimos conciertos con el material que habíamos grabado. Fue, sin dudarlo, una de las mejoras etapas de mi vida.

Entre el trabajo, la fundación de una familia, el inicio de algunos negocios (y el fallo de otros tantos), dejé de tocar en público, compuse cada vez menos y fui dejando en una caja de recuerdos los días en que no había más felicidad que tocar en público las canciones que hicimos mis amigos y yo. Me inventé muchos pretextos (reconozco que para eso he sido bueno) y pospuse proyectos musicales. Pero algo me faltaba. No podía seguir negándomelo. Hoy, la espera para mi música, terminó.

De nuevo con mis amigos, de nuevo en una iglesia, de nuevo con mi guitarra. Hoy pude volver a tocar después de unos ensayos para un grupo de personas que nos hicieron el favor de asistir a este nuevo inicio. Lo disfruté como el primer día. Estoy agradecido por la vida que tengo y en especial, porque en días como hoy, vuelvo a soñar y sonreír abrazado a mi instrumento musical.

Justo cuando íbamos a iniciar, el Párroco se acercó y nos preguntó "¿Cómo los presento?" Y honestamente, no habíamos pensado o decidido un nombre para el grupo. No es una elección sencilla. Entonces Leonardo dijo: "Les propongo un nombre... LA BARCA".

Comentarios

  1. Es agradable comprobar una vez mas, del enorme ser humano que eres mi querido Gil. Te admiro y me congratulo de ser tu amigo. Un #abraxo

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  2. Es la primera vez que veo tu blog apenas si he leído dos de tus escritos pero me es suficiente para felicitarte por tu hermosa labor! no toco ningún instrumento mucho menos canto pero reconozco que la música es un bello medio para llevar mensajes de armonía y esperanza ante tanta noticia negativa con la que nos bombardean dia a dia, asi que ADELANTE y felicidades por regresar a lo que te gusta hacer!
    Oralyah

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