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El Primer Amor.

No olvides nunca que el primer beso no se da con la boca, sino con los ojos.- O. K. Bernhardt

Voy a empezar haciendo dos confesiones. Primero, la de menor importancia, me he enamorado de los ojos antes que de cualquier otra cosa. Segundo, me he enamorado varias veces en mi vida. Es mi gran secreto. He experimentado en más de una ocasión esa emoción que sólo te da el enamoramiento de alguien nuevo y especial, en lapsos de pocos años entre uno y otro. Desde niño; hasta hoy.

A esos primeros ojos los encontré en la escuela. Eran, por decir lo menos, melancólicos. Los recuerdo enmarcados en un vestido lila y un peinado con listón. Recuerdo su silencio. Yo jugaba en el patio y los veía observarme con atención como al resto de los niños y me quedé, en ese tiempo, con las ganas de decirle que viniera, que jugara, que sonriera. Me causaron una emoción que aún hoy me cuesta describir. Mágico. Puro. Inocente.

Pasaron algunos años y encontré unos ojos que salían ya de la adolescencia. Llenos de luz. Justo en los días que terminaban su carrera profesional y que por lo mismo, despedían un destello de emoción y ambición que he visto pocas veces en mi vida y que me prendó. Admiré y me enamoré de esas ganas de ser. Debo reconocer que también con esos ojos llegó el primer beso. El palpitar desordenado del corazón. Sonrojarte sin razón aparente. No poder dormir porque deseas volver a estar frente a esos ojos. Pasar largas horas al teléfono y hacer disparates como viajar a media semana de madrugada para dar una serenata sorpresa. El primer amor.

Casi siete años después, vi otros ojos. Maduros. Experimentados. Triunfadores en el mundo profesional. Ese que tantos dicen acaparado por el hombre. Preparados profesionalmente, educados. Llenos de sensibilidad. Llenos de una madura felicidad y certeza ante la vida. Esos ojos me causaron sensaciones incomparables, porque me gusta que me impresionen, que me reten, que me ganen. Era curioso porque, estando ya con buena parte del camino recorrido, me sentí de nuevo como niño soñando, escribiendo, haciendo dibujos y canciones. Viajando distancias y quemándome el oído en el teléfono. Esperando con ilusión el momento de escuchar las voz de esos ojos mientras enviaba una flor a la distancia. Me gustó volver a sentir el enamoramiento. No siento pena por los primeros ojos de mi infancia. Tampoco por los de mi temprana juventud. Se que se quedan conmigo para siempre. Pero estos ojos, los terceros, me llevaron al altar.

No duró mucho, soy sincero. Fueron sólo 6 meses en mi vida de casado, cuando estaba enamorado de nuevo. Estos eran unos ojos como nunca había visto unos. No voy a intentar describirlos. No podría. Sólo puedo decir que los acompañaba un vientre abultado y lleno de vida nueva. Eran como piedras preciosas. El resplandor era cegador. No pude resistirlo y caí. Me enamoré en cuanto los vi. Todos los ojos del pasado eran sólo eso; pasado. Estos eran los ojos definitivos. Los que esperé durante tanto tiempo. Vinieron de nuevo a mi los días del sudor de manos, de temblores inesperados, de la voz quebrada e incluso de algunas lágrimas. Las cartas, las notitas, los globos y las flores. Como adolescente, extrañaba a morir esos ojos en mis viajes y sólo pensaba en volver a ellos con un detalle en mis manos que dijera cuánto los amaba. El enamoramiento con todas sus novedades de nuevo. Las sensaciones que perturban porque son nuevas, diferentes, sorprendentes. Era ya, a esa altura de mi vida, un adicto a esa emoción. La emoción de empezar una relación con un nuevo impulso. Buscar y encontrar un nuevo amor.

Después de esos ojos, he puesto atención a otros. Ojos que trabajan, que cuidan a sus hijos, que conviven con amigas y que son hijas responsables. He coqueteado con ellos y me he divertido, pero nada que me hiciera experimentar los fuegos artificiales que todo adulto maduro, tarde o temprano, empieza a añorar. Era una atención diferente, más como ver algo que es parte de tu vida cotidiana; algo que está ahí.

Y entonces me lo propuse. Si, así, fue con toda intención. Lo estuve planeando. Fue premeditado. Tomé la decisión de buscar en los tuyos, unos ojos nuevos, captar la atención y volver a empezar un romance desde el día uno. La sola idea empezó a generar en mi una sensación de felicidad que ya extrañaba. Surgió la oportunidad perfecta gracias a mi trabajo. Un viaje a una playa y me atreví a invitar a unos ojos que me estaban hablando desde hace tiempo. Eran un par de hermosas ventanas a una vida plena. Habían vivido muchas cosas, tenían la responsabilidad de una familia, hijos hermosos, un negocio… y un esposo. Pero no me importó. Era más fuerte el impulso por buscar mi satisfacción a través de las emociones de un nuevo romance. Aceptaron mi invitación y vieron conmigo una parte de mi vida que usualmente no ligaba yo con el concepto de romance. Y fue la mejor decisión que he tomado en muchos años. Me enamoré perdidamente al momento de abordar el avión, tomado de la mano de esos ojos sinceros y emocionados. Como niño travieso, disfruté cada segundo de esa escapada que me daba de nuevo el amor pasional, el disfrute de diversiones que creí ya vedadas para mi.

Y sé que me voy a enamorar mientras viva, una y otra vez. Es parte de mi personalidad; es una necesidad. Lo quiero y no lo voy a evitar. Porque es temporal. Porque hoy sé que son etapas que se acaban. Me voy a emocionar e incluso, me voy a obsesionar con tus ojos. Escribiré canciones y mandaré flores. Siempre para ti. Siempre enamorado. Siempre de ti.

Comentarios

  1. !Que hermoso Felicidades !!!

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  2. Ojalá pudieramos escribir las emociones como tú lo haces, por eso es que leerte es como en nuestra mente decimos que si a todo y nos emocionamos porque hubieramos querido decir las mismas palabras que tú. Me encanta como escribes y por eso te admiro .
    Sandra Elena

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  3. No pude evitar que las lagrimas vinieran a mis ojos, que hermosas palabras...
    Sin duda alguna cada dia te admiro mas compadre!

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