Se acerca el cumpleaños de mi hijo. Estaba recordando tantas cosas bellas que me ha tocado vivir desde que supe que vendría a mi vida. Todo lo que por él he aprendido. Una de las primeras cosas que me enseñó es que todo va a pasar, por grave que parezca en el momento que lo estoy viviendo. Durante el primer trimestre de su gestación, mi hija mayor contrajo una forma de rubeola. Mi esposa no había padecido esa enfermedad de niña y por ello, el riesgo de contagio era grave. Si ella contraía esa enfermedad, el impacto para el bebé en su vientre sería dañino. Vivíamos fuera de México y la medicina del país que nos albergaba no ayudaba a resolver nuestra incertidumbre y miedo. Ante eso, escribí: