(con amor para Mis Princesas) Los días previos a ese que luego recordarían como El Día Que No Vieron Más , transcurrían como las nubes en primavera. Blancos, brillantes, con formas de animales fantásticos; desplazándose con plácida lentitud. La Pequeña Ainara vivía felíz en una hermosa cabaña de troncos en medio del bosque. La paz que experimentaba la llenaba de día y le regalaba dulces sueños de noche. Una mañana se levantó temprano, contenta, como todos los días y no escuchó ruido alguno, como era habitual y por ello, no se adelantó a buscar a sus Padres. Se bañó, se vistió, peinó su largo y negro cabello y bajó de su cuarto por la escalera que en esos días se cubría de flores. Buscó a Naia, su Madre, y no la encontró en la cocina. Tampoco en la sala. Salió y la buscó en el granero... ¡Nada! La situación empezaba a preocuparle. Regresó a su casa y en la entrada encontró a su Papá, sentado en el pórtico, con una expresión de tristeza evidente en el rostro y con una hoja que parecía un