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Trabajar para el Futuro


Pocas veces nos ponemos a pensar en las consecuencias de nuestros actos más simples. Los pequeños, los cotidianos. Los que tildamos de insignificantes. Vivimos convencidos de que hacemos tantas cosas durante las muchas horas que dura un día, a lo largo de los muchos años que vivimos, que podemos escaparnos impunes por esas pequeñas faltas invisibles para los demás.
Y luego vienen los profetas del Apocalipsis que nos hablan de cuántas cosas malas estamos desencadenando para los próximos 50 o 100 años… provocando carcajadas en la mayoría porque es casi imposible infligir preocupación ante un horizonte que consideramos con certeza no veremos, por simple muerte natural.
Pero existen. Están ahí. Las "cosas malas" no nos deben asustar o sorprender. Nosotros somos los provocadores directos. Si sentimos desconcierto es por la incapacidad para encadenar nuestros actos con sus consecuencias. Pero son reales. Y son nuestras.

Hay teorías en sociología que describen fenómenos, en particular una que recuerdo con su denominación de "ventana rota". Esta habla más menos de que si a diario caminamos por una calle y un día vemos una ventana rota en un edificio, nos sentiremos extrañados. Si al paso de los días seguimos recorriendo el mismo camino y la ventana no ha sido reparada, los transeúntes nos sentiremos con derecho a tirar un papel a la calle. Y luego a contaminar las paredes con graffiti, a romper otras ventanas y puertas y finalmente (en el extremo) a defecar en la calle. No pasaremos de la extrañeza inicial a la mayor de las suciedades en un día; nos tomará tiempo, pero llegaremos. Si no hay reparación del daño inicial, si no hay supervisión del cumplimiento de las normas de urbanidad y sobre todo, si no hay penalización por nuestros actos aberrantes, llegaremos al extremo sin duda. Puede ser incluso, que hemos llegado.

Hoy nos asustamos por toda la información que sale a la luz pública respecto al crimen en nuestra sociedad. Vemos a diario reportes sobre tráfico de drogas, secuestros, asesinatos, robos y corrupción de funcionarios. Estamos desesperados y nos preguntamos constantemente sobre la manera en que podemos combatir el mal o, los más pesimistas, verbalizamos todo el tiempo nuestra desilusión pues consideramos que ya nada se puede hacer. Pero como en otros tantos ámbitos, si somos capaces de analizar el pasado, quizá podremos encontrar respuestas para el futuro. No LA respuesta; quizá sólo soluciones parciales orientadas a construir un mejor escenario que , siendo congruente con la teoría expuesta, es lo que a la larga da sustento a las buenas prácticas de una sociedad.

Durante años, decenas o quizá centenas, hemos vivido una cultura de la permisividad. Nos caracterizan incluso los extranjeros como el gran anfitrión, el bonachón que recibe con los brazos abiertos y que siempre brinda una segunda oportunidad. Cuantas veces no hemos vivido el clásico: "pobrecito, dale otra oportunidad…" sin darnos cuenta que esa fue la semilla que hoy se ha convertido en un gigante de sombra siniestra. Nos hemos ufanado de nuestro "ingenio mexicano" capaz de darle la vuelta a cualquier reglamento o norma y lo hemos celebrado. Nos sentimos superiores a esos sajones "cuadrados" que siguen al pie de la letra los instructivos. Todo sin darnos cuenta que, desde hace muchos años, al tirar un papel a la calle, al pasarnos un alto, al dar una segunda oportunidad a quien cometía una falta, al pedir una segunda oportunidad a un oficial de la ley, al ofrecer dinero a cambio de esa segunda oportunidad, al tomar dinero por esa segunda oportunidad, hemos gestado las mentes capaces de no detenerse ante ningún límite. Las mentes de quienes ven como natural dedicarse a cualquier actividad ilícita o cometer cualquier canallada, pues NO PASA NADA. Las mentes de quienes se perciben a sí mismos como quienes hacen lo correcto, pues "el sistema" no les deja otra opción para sobrevivir. Suena casi disparatado pero, si aprendo que las pequeñas faltas no tienen consecuencia negativa sobre mi persona, iré por la vida probando el sistema, buscando sus eslabones débiles. Como cuando el pequeño aprende las cosas que Papá le niega pero Mamá concede. Igual. Incrementaremos la complejidad negativa de nuestras acciones buscando encontrar un freno. Lo triste es que hemos hecho todo lo necesario para eliminarlos. Todos los frenos. Hemos desarrollado el ambiente perfecto para que un criminal se desenvuelva. Nosotros lo creamos. Detalle a detalle, pequeña acción tras otra. A lo largo de muchos años.

Hoy presenciamos la explosión estadística; el salto exponencial que toda epidemia social inevitablemente emprende. Hoy ya no es pasarnos el alto o ensuciar la calle. Hoy es robar, secuestrar, matar. Robarnos. Secuestrarnos. Matarnos.

Los que hemos tenido la experiencia de vivir en otros países con culturas distintas a la latina, hemos visto lo que podría ser si trabajáramos en pos de un cambio. Hemos sido testigos de los carriles destinados al transporte público que nadie invade jamás, las largas filas en las estaciones de correo, aun cuando sólo se quiera hacer una pregunta o, más importante aún, hemos visto que a pesar de que el uso de drogas y otras actividades clandestinas como la prostitución y las apuestas existen, la policía es la policía. Y si alguien viola la ley es perseguido y castigado. Hay efectivamente dos bandos.
¿Qué podemos hacer? La respuesta me regresa al inicio. Poco para el día de hoy o la próxima semana. Pero mucho para dentro de 50 o 100 años. Y de nuevo la posibilidad de renuncia ante el compromiso con una tarea que brindará beneficios a personas que aun no ven la luz; personas de las que desconocemos el nombre y el rostro y de las que la única certeza que poseemos, es que no seremos nosotros. Trabajar para el futuro.

Podemos hacer las modificaciones necesarias en nuestro sistema educativo para construir una cultura de apego a las normas, cumplimiento de los reglamentos y sanciones en caso de desviaciones. Podemos trabajar en la creación de grupos de profesionistas exitosos que apadrinen jóvenes a quienes les muestren que hay caminos para obtener beneficios económicos y bienes materiales mediante el ejercicio pulcro de una profesión. Podemos dar el ejemplo a nuestros hijos, renunciando a la complacencia en la que estamos sumidos y retomando prácticas disciplinarias del pasado que ayudaban a reducir el número de personas que crecían desconociendo los límites y castigos necesarios para que la sociedad funcione.

Lo que no podemos es renunciar a nuestra vida. No podemos vivir con miedo. Seamos capaces de asumir las consecuencias de lo que generamos en tantos años de malas prácticas pero sobre todo, empecemos a trabajar para el futuro con la certeza de que si somos consistentes y sembramos la semilla correcta, el entorno será distinto… para quienes puedan ser testigos.

Comentarios

  1. si, muy cierto, es preocupante por eso debemos ocuparnos mas que preocuparnos; cuando pienso en esto, siento que se hacen mas notorias las diferencias sociales, los sabios,cientificos, investigadores, pensadores, empresarios, artistas, literatos, trabajadores honestos, politicos, desempleados, vagos, malvivientes, delincuentes,criminales, asesinos, etc,etc,
    sinembargo, en la vida diaria interactuamos unos con otros, en el carril ue transitamos que dificil, los niveles mas bajos en la escala,los tenemos a nuestro derredor; sin pesimismo, hay que empezar por lo mas cercano, estableciendo limites a nuestros hijos, viviendo nosotros mismos dentro del respeto a esos limites, normas sociales, reglas, disposiciones etc.
    comparto totalmente la teoria de la venta.

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  2. Bien dicho, Gilberto. Acepto que es difícil ir contracorriente cuando todo parece premiar este tipo de conductas. Sin embargo, debemos mantenernos firmes en nuestras convicciones para crear un mejor futuro y no ceder ante la presión. Si cada quien pone su granito de arena desde donde se encuentra, en su casa, su trabajo, con sus amigos, podemos revertir esta tendencia, así nos tome 50 años para lograrlo.

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  3. Hola Gilberto, yo creo que esta problemática va más alla de valores como la educación. Creo que sin cambiar el corazón del hombre y este a su vez darle valores a su familia nada se podria hacer y seguiriamos en las mismas. Como bien dices, es trabajar para el futuro.

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