El de mis pantalones de mezclilla, el de la línea en mis tenis, el de mi maleta, el del llavero, el de los números en el tablero, el del letrero en la avenida, el que provoca la sombra de la nube en el cerro, el de su uniforme tras el mostrador, el del saco del guardia, el de la silla, el de la alfombra en el túnel, el de la cortina que divide a los que viajan adelante del resto, el de la tela en los asientos, el que recubre la turbina, el del Golfo de México visto a más de 10,000 metros de altura, el de la portada en la revista, el de su blusa, el de su bolsa, el de su pulsera, el de su reloj, el de los letreros, el de las letras, el de sus escudos, el de su gorra, el de la copia de la factura, el del jeep, el de las ventanas reflejantes, el del cielo caribeño al mediodía, el de sus lentes, el de sus enormes arracadas, el de la pelota, el de la toalla, el del agua cercana a la playa, el de mis aletas, el del mar que me rodea mientras exploro el coral, el del toldo de la lancha, el de la alberca, el del número en la puerta, el de la sobrecama, el del bote de champú, el de mi camisa fresca, el de tu vestido de noche, el del mar iluminado sólo por la luna, el de tus ojos.
Leer noticias se ha vuelto una fuente de estrés para nuestra generación. La mayoría de las notas son crónicas del crimen y sus consecuencias. Parece que fuera lo único que sucede. A fuerza de tanto leer, nos hemos convencido, casi todos, de que nada se puede hacer; somos pasajeros y no pilotos en un avión que parece descender en caída libre. Yo no estoy de acuerdo.
TE ENCONTRE.... ME RECORDARAS?
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